La Testosterona y su rol en el Bienestar Masculino

La testosterona es ampliamente reconocida como la principal hormona androgénica en los hombres, fundamental no solo para el desarrollo sexual, sino también para la preservación de características sexuales secundarias como el vello corporal, la masa muscular y la voz profunda. A nivel celular, esta hormona esteroidea atraviesa las membranas y se une a receptores específicos de testosterona. Una vez activado el receptor, se desencadenan procesos que incluyen la síntesis de ARN y proteínas, regulando así funciones biológicas clave (Johnson, Nachtigall & Stern, 2013).

Producción y Regulación Hormonal

En los hombres, la testosterona se produce principalmente en las células de Leydig dentro de los testículos, aunque también se sintetiza en menor grado en las glándulas suprarrenales. Las mujeres producen testosterona en los ovarios y en la corteza suprarrenal. Además de estos órganos clásicos, también se ha demostrado que el cerebro puede sintetizar esteroides activamente, ya sea a partir del colesterol o a través de la conversión de precursores como la progesterona y la deoxicorticosterona que llegan al sistema nervioso por vía sanguínea (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

El eje hipotalámico-hipofisario-gonadal controla la producción de testosterona. El hipotálamo libera la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH), que estimula la hipófisis a secretar hormona luteinizante (LH) y hormona foliculoestimulante (FSH). La LH es la encargada de estimular las células de Leydig para la producción de testosterona. Curiosamente, esta secreción es pulsátil y presenta sus niveles más altos durante el sueño, alcanzando picos en las primeras horas de la mañana (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

Envejecimiento y Disminución de Testosterona

A medida que los hombres envejecen, los niveles de testosterona disminuyen progresivamente, debido tanto a la reducción en la funcionalidad de las células de Leydig como a una disminución en la frecuencia de los pulsos de GnRH. Esta caída se acentúa de forma notable a partir de la sexta década de vida (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

La disminución de los niveles de testosterona, condición conocida como hipogonadismo, se ha vinculado con diversas complicaciones de salud en hombres de edad avanzada. Entre estas se incluyen el síndrome metabólico, procesos de neurodegeneración, un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares (ECV) y un aumento de la mortalidad por cualquier causa, incluso cuando se consideran otros factores de riesgo independientes. (Bianchi, 2018).

Obesidad, Distribución de Grasa y Niveles de Testosterona

Más allá del simple aumento de peso, la cantidad y distribución del tejido graso parecen desempeñar un papel clave en la regulación hormonal masculina y en el riesgo cardiovascular. En particular, la acumulación de grasa abdominal o visceral ha demostrado tener un impacto directo sobre los niveles de andrógenos (Kelly & Jones, 2015).

Diversos estudios han identificado una relación inversa entre la cantidad total de grasa corporal y los niveles de testosterona. En este contexto, los hombres con hipogonadismo suelen presentar menos masa muscular y mayor porcentaje de grasa corporal, especialmente concentrada en la zona central del cuerpo. Esta combinación no solo afecta el perfil hormonal, sino que también incrementa la susceptibilidad a enfermedades metabólicas y cardiovasculares (Kelly & Jones, 2015).

Un estudio realizado por Vermeulen et al. (1999) en hombres de entre 70 y 80 años confirmó que los niveles de testosterona se correlacionaban negativamente con el porcentaje de grasa total, el tejido adiposo abdominal y los niveles de insulina. Estos resultados apoyan la idea de que la adiposidad central, más que el peso corporal global, es un factor determinante en el equilibrio hormonal masculino (Kelly & Jones, 2015).

Una característica común en hombres con bajos niveles de testosterona, especialmente en aquellos con obesidad, es un estado inflamatorio elevado, mediado por citoquinas proinflamatorias. Estas sustancias inflamatorias contribuyen significativamente al desarrollo de enfermedades cardiovasculares. La terapia con testosterona ha demostrado tener efectos positivos al reducir estos marcadores fisiopatológicos y aliviar los síntomas clínicos de enfermedades coronarias (Bianchi, 2018).

Por otra parte, estudios epidemiológicos han encontrado una relación inversa entre los niveles de testosterona total, libre y biodisponible con la obesidad. Esta correlación se mantiene constante en todos los grupos etarios y es independiente de la presencia del síndrome metabólico (MetS) (Kelly & Jones, 2015).

Testosterona y Salud Mental

Aunque los trastornos depresivos son más comunes en mujeres, en los hombres la prevalencia de la depresión tiende a aumentar con la edad, coincidiendo con la disminución de los niveles de testosterona en sangre. En los casos en que la depresión se presenta junto a síntomas como baja libido y niveles androgénicos reducidos, la terapia de reemplazo hormonal ha demostrado ser tan eficaz como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) para tratar los síntomas depresivos (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

Existen investigaciones que indican que la testosterona puede modular la transmisión serotoninérgica, un sistema clave en la regulación del estado de ánimo. Aun cuando no se ha determinado de forma concluyente si la testosterona es el principal factor detrás de las diferencias de género en la depresión, sí se ha comprobado que influye tanto en pacientes deprimidos como en individuos sanos (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

Diversos estudios observacionales en hombres de edad avanzada han encontrado una asociación entre niveles bajos de testosterona y la presencia de síntomas depresivos, además de un mayor riesgo de caídas, un factor crítico que influye directamente en la esperanza de vida en esta población. De manera similar, se ha observado que, en las mujeres con diagnóstico de depresión, los niveles de testosterona son inferiores en comparación con los de mujeres sanas sin trastornos del estado de ánimo (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

Testosterona y Ansiedad: Un Vínculo Hormonal

El nivel de ansiedad es otro aspecto del bienestar que parece estar estrechamente vinculado con la testosterona. Diversas investigaciones han mostrado que, en comparación con los hombres, las mujeres presentan mayores niveles de ansiedad. De hecho, la ansiedad es uno de los parámetros conductuales más sensibles a los cambios en la testosterona (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

Uno de los estudios más reconocidos en este ámbito, realizado en ratones, demostró que tanto la testosterona endógena como la administrada externamente puede reducir los niveles de ansiedad. Este efecto ansiolítico fue dependiente de la dosis y, probablemente estuvo mediado por la acción de la enzima 5-alfa reductasa, responsable de convertir la testosterona en dihidrotestosterona. En ratas, una sola dosis no fue suficiente para generar un efecto significativo, pero su aplicación repetida sí mostró una reducción de la ansiedad, evaluada mediante la prueba de enterramiento de canicas (Marble-burying test) (Celec, Ostatníková & Hodosy, 2015).

 

 

Conclusión

La testosterona no solo regula funciones reproductivas, sino que también desempeña un papel crucial en la salud general de los hombres, afectando el metabolismo, la función cardiovascular, el estado de ánimo y la respuesta al estrés. Su disminución progresiva con la edad puede tener implicaciones profundas en el bienestar físico y emocional. Comprender estos vínculos puede abrir el camino hacia intervenciones más eficaces y personalizadas para promover una mejor calidad de vida en el envejecimiento masculino.

 

Referencias Bibliográficas

  1. Bianchi, V. E. (2018). The anti‑inflammatory effects of testosterone. Journal of the Endocrine Society, 3(1), 91‑107. https://doi.org/10.1210/js.2018-00186
  2. Celec, P., Ostatníková, D., & Hodosy, J. (2015). On the effects of testosterone on brain behavioral functions. Frontiers in Neuroscience, 9, 12. https://doi.org/10.3389/fnins.2015.00012
  3. Johnson, J. M., Nachtigall, L. B., & Stern, T. A. (2013). The Effect of Testosterone Levels on Mood in Men: A Review. Psychosomatics, 54(6), 509‑514. https://doi.org/10.1016/j.psym.2013.06.018
  4. Kelly, D. M., & Jones, T. H. (2015). Testosterone and obesity. Obesity Reviews,16(7), 581‑606. https://doi.org/10.1111/obr.12282
  5. Vermeulen A, Goemaere S, Kaufman JM. Testosterone, body composition and aging. J Endocrinol Invest 1999; 22(5 Suppl.): 110–116.
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